Durante la helada tarde del noveno día del primer mes del
año, Tú, y miles de personas en medio de una manifestación pacífica: ¡No al
gasolinazo!, la consigna; ¡Fuera Peña!, el grito desesperado.
Te integras a la marcha en avenida Juárez, acompañada, pues
sabes que no es buena idea acudir sola. Todo transcurre normalmente, gritas con
fuerza, y emocionada porque has tenido la oportunidad de manifestar tu descontento
hacia un Presidente que empezó su mandato rodeado del repudio de una mayoría y continúa
haciéndose odiar.
Los manifestantes han caminado desde el Ángel de la
Independencia con mantas y letreros en donde exponen sus peticiones y el enojo por
el alza en los precios de la gasolina, la reforma energética y la evidente
torpeza de Peña Nieto y su gabinete, quienes no se han cansado de burlarse del
pueblo de México.
Acompañada de un dron que vuela sobre tu cabeza cruzas el
Eje Central sin contratiempos, y en la calle 5 de mayo -donde se encuentran
cerrados la mayoría de los negocios- comienzas a dudar de tu derecho a
manifestarte, al ver en la banqueta, parados junto a los postes algunos hombres
observando la escena; notas como uno de ellos acaricia un arma escondida debajo
de la sudadera y piensas en darte la vuelta para regresar a casa, pero
continuas caminando y gritando hasta llegar al zócalo, en donde quedas de
frente a Palacio Nacional.
Algunos de los organizadores de la marcha llegan en un
camión, que se estaciona frente a la puerta de Palacio, desde donde, a través
de un micrófono, hablan de planes de acción, de sustituir al Presidente por un
candidato popular y otras cosas que consideras poco factible que puedan llevarse a cabo.
Todo continúa en paz, mientras gente de diversas edades escucha
atentamente a los oradores. Sin embargo, a ti te llaman la atención las cabezas
que se esconden en la azotea de Palacio, asomándose por momentos para tomar
fotografías u observar desde binoculares; también te causan curiosidad esos tres
tipos que desentonan y han llegado con ganas de armar alboroto, como salidos de
la nada.
Una señora un poco mayor que tú menciona: “no más miedo”
para que tu acompañante proponga un nuevo grito con su potente voz, y comenta: “porque
han querido inculcarnos el miedo” y tú
en el fondo piensas si no será el miedo lo más sensato, cuando claramente no existe
libertad para manifestarse, pues a la vuelta de la esquina esperan los granaderos
cualquier reacción equivocada para poder actuar. Te preguntas: ¿esto realmente
es una manifestación pacífica?
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